FUNDAMENTOS FÍSICOS DE ASTROLOGÍA NATURAL

            Por José Luis Pascual Blázquez

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Introducción. El movimiento armónico en el Sistema Solar. Planetas, versus osciladores. Onda astronómica inductora y onda climática inducida. Resonancia. Planetas y clima. Algunos ejemplos.

 

            Introducción

            Entendemos por Astrología Natural, siguiendo a algunos autores antiguos, como San Isidoro de Sevilla y otros, la que trata del estudio del clima anual y sus efectos sobre los ecosistemas, seres vivos, etc. Esta rama del conocimiento fue admitida por el ilustre autor de las Etimologías (a diferencia de la Astrología judiciaria, etc.) y, en general, no ha sido cuestionada hasta la gran crisis científica de los siglos XVII y XVIII.

            Hoy, en cambio, cualquier estudio que pretenda encontrar relaciones entre la vida sobre la Tierra y el entorno cósmico próximo, es visto con desconfianza en el mundo científico, anclado todavía en puntos de vista que comienzan a quedar obsoletos.  

            Una de las características de buena parte la Astrología actual, y causa de la incomprensión que hay hacia ella en ese entorno y también en ciertos sectores sociales, es su falta de conexión con los modos actuales de trabajo científico. El sustrato astrológico tiene su origen en la ciencia antigua, pero nada impide que sea interpretado a la luz de la Física, de la Química o de la Biología modernas. Es más, esta visión no puede sino enriquecer a las dos partes, e incita a la destrucción de ciertas incomprensiones, de los bandos ideológicos y, sobre todo, de ciertos dogmas que atenazan tanto nuestra Astrología como la ciencia moderna.

            Con esta aportación pretendemos ahondar en una vía de trabajo que ya hemos emprendido hace tiempo diversos astrólogos españoles, y pensamos puede enriquecernos tanto a los partidarios de la Astrología como a quienes por ignorancia, ven en ella una superstición.

 

            El movimiento armónico en el Sistema Solar

            Desde hace muchos años, nuestros bachilleres se introducen en el estudio de los movimientos vibratorios a través del movimiento armónico simple, el más sencillo de todos ellos. De este tipo de vaivén tenemos numerosos ejemplos en los cielos, lo cual es de especial interés para la Astrología Natural.       

 

            En una oscilación armónica simple, la partícula que vibra se mueve entre dos extremos siguiendo una línea recta; la distancia del centro a cualquiera de ellos es llamada amplitud. La partícula se para en esos extremos para empezar a moverse en sentido contrario, de modo que su máxima velocidad la tiene en el centro de la oscilación.

 

            Los puntos de salida y puesta diarios de Sol siguen este tipo de movimiento: nuestra estrella se detiene en los solsticios para invertir el sentido de su avance, se acelera hacia el centro, alcanza su máxima velocidad en los equinoccios y, a partir de ahí, se frena poco a poco hasta detenerse nuevamente, etc. La duración del día y de la noche, el ciclo de la declinación solar, etc. siguen estas pautas.

Ortos del Sol en el solsticio de verano (izquierda) y de invierno (derecha);

en el centro, en los equinoccios de primavera y otoño. Latitudes medias.

 

            Del mismo modo, el ciclo solar anual sobre la Tierra describe un movimiento similar al armónico simple: el Sol se detiene en su avance hacia el Norte y hacia el Sur sobre las verticales de los Trópicos de Cáncer y Capricornio el 21 de junio y el 22 de diciembre respectivamente, y a partir de ahí se acelera poco a poco para pasar rápidamente, con la máxima velocidad del año, por la vertical del Ecuador.

 

Batido del Sol arriba y abajo del Ecuador terrestre, con los

Trópicos de Cáncer y Capricornio como límites.

 

 

 

Duración del fotoperíodo en la Península Ibérica a lo largo del año.

Uno de los componentes de la onda astronómica inductora.

            Un movimiento pendular análogo, con sus aceleraciones y detenciones, se observa en las posiciones de Venus y Mercurio como estrellas matutinas o vespertinas: su máxima velocidad angular la tienen en la conjunción con el Sol y, a partir de ese momento, se deceleran hasta detenerse en el primer estacionamiento, comienzan a retrogradar, etc.

Movimiento geocéntrico real de los planetas.

 

            Conviene fijarse en ello y estudiar las repercusiones que puede tener sobre los sistemas terrestres. Los planetas no sólo son símbolos, o arquetipos, sino sistemas materiales que podemos describir en términos de la Física de nuestro tiempo. 

 

            Planetas, versus osciladores

            Nuestros bachilleres deducen las ecuaciones del movimiento armónico simple proyectando el giro de una partícula que se mueve a velocidad constante sobre uno de los diámetros del círculo. Dicho de otro modo, un cuerpo que gira alrededor de un centro se comporta como un oscilador, y las ecuaciones que describen sus movimientos pueden expresarse en términos de una vibración.

            Los parámetros necesarios para describirlo son la pulsación ω (velocidad angular), la Amplitud (radio de la órbita) y el período T (tiempo necesario para un giro completo) o la frecuencia f (número de giros por unidad de tiempo).

            Un planeta girando alrededor de la Tierra puede contemplarse desde el punto de vista físico como un oscilador, por ejemplo el mismo Sol; pero éste no se encuentra solo, ni su movimiento está aislado ni es independiente del resto, sino que el Sistema Solar evoluciona solidario como un todo único. Al igual que ocurre con los diminutos osciladores que son los electrones en los átomos, el movimiento de los planetas en el Sistema Solar puede ser descrito en términos ondulatorios, y del mismo modo que una configuración electrónica determinada tiene una energía característica, que varía con la disposición de sus partículas, las diversas configuraciones planetarias tendrán la suya.

            La coreografía planetaria está interpretando continuamente una compleja melodía, difícil de descifrar, pero en absoluto azarosa o caótica. El organismo terrestre y los sistemas en él contenidos, seres vivos incluidos, están sometidos a esa melodía cósmica (inaudible puesto que sus frecuencias no pertenecen a nuestro espectro auditivo), pero no por ello inexistente. Los antiguos hablaron de la Música de las Esferas con toda propiedad, pues de una compleja mezcla de timbres y tonos se halla compuesto el movimiento de los planetas en torno de la Tierra.

            El factor ω (velocidad angular) es fundamental a la hora de evaluar el influjo planetario con respecto a la Tierra. Para nosotros, salvo el Sol y la Luna, los demás planetas del Sistema Solar retrogradan, pasando por un máximo, un mínimo (máxima ω negativa) y se estacionan (ω prácticamente nula) antes de iniciar la retrogradación y al final de la misma, antes de volver al movimiento directo.

            Dado que el influjo planetario se produce por intercambio de energía en la resonancia, y que frecuencia y energía están relacionadas, el efecto de un planeta es función básicamente de ω.

            Si las órbitas planetarias fuesen circulares y los planetas se movieran sobre ellas con ω constante (como en los primeros modelos matemáticos griegos del Sistema Solar de Eudoxo y Calipo), nos hallaríamos ante casos de movimiento armónico simple. En tal supuesto, para un oscilador de este tipo tenemos que su energía (E) es

            E = 1/2 KA2, donde K=m ω2, A= amplitud de la oscilación, o sea, radio de la órbita planetaria  y m su masa

y por tanto la energía varía cuadráticamente con ω.       

            En el caso de un movimiento armónico simple la gráfica energía-velocidad angular tiene la forma de una parábola. En cuando a la relación entre frecuencia (f) y energía tenemos que ω=2πf, y por tanto el tipo de función es similar, y su representación gráfica igualmente.

            Para el movimiento planetario real la relación entre E y ω no es tan simple, dado que las órbitas son ligeramente elípticas, pero sobre todo por la variabilidad de ω y la notable perturbación que, con relación a la Tierra, presenta el movimiento de un planeta en sus períodos de retrogradación.

            Desde el punto de vista cualitativo, a efectos de comprender la naturaleza del influjo planetario, estas sencillas ecuaciones son suficientemente ilustrativas. El aspecto cuantitativo forma parte de ese modelo ondulatorio que reclamamos para el Sistema Solar, cuestión ésta mucho más compleja. 

            Podemos entender ahora la clasificación planetaria de la Astrología clásica, en la que, tomando el Sol como centro o referencia, los planetas rápidos son llamados femeninos (materializadores), y los lentos masculinos (causantes). Mercurio, el de mayor gama de velocidades angulares, es llamado hermafrodita, es decir, puede comportarse de modo ambivalente. Vemos también la importancia que dieron los antiguos a los conceptos de orientalidad y occidentalidad, dado que la velocidad planetaria (tomando la Tierra como referencia observacional) depende de la posición del cuerpo del astro respecto al Sol.

            En este cuadro, un planeta lento es un pulso de baja energía (baja frecuencia), pero que se repite un día tras otro con el giro del cielo desde aproximadamente un mismo punto, por tanto irá acumulando su energía en los sistemas terrestres acoplados a él por resonancia. En cambio, una planeta rápido efectúa cada día un pulso de mucha más energía (mayor frecuencia), pero ésta no se acumulará, al ir variando su posición. El planeta lento (masculino) no se manifiesta más que cuando el rápido (femenino) se une a él por conjunción o aspecto. En el lenguaje de los antiguos le da su fuerza; el efecto es aún más evidente cuando son dos los planetas lentos unidos por conjunción o aspecto, y otro rápido se acerca a uno de ellos, culmina el aspecto y seguido se aproxima al otro realizando el mismo hecho. En estos casos los efectos sobre los sistemas terrestres son evidentes, como demuestra la observación; dicho de otro modo, experiencia cotidiana, y de ello veremos ejemplos significativos. 

            Para dar cuenta de porqué esto es así disponemos de un modelo matemático reciente, la Teoría de las Ecuaciones Fundamentales de Demetrio Santos1.  

 

            Onda astronómica inductora y onda climática inducida.

            Se ha impuesto hoy en día, incluso en el lenguaje coloquial, la idea de que las "estaciones" entran con los solsticios y equinoccios a una hora exacta determinada, lo cual, de ser correcto, sólo lo es acaso desde el punto de vista astronómico. Pero los períodos climáticos (primavera, verano, otoño e invierno) no se ajustan estrictamente al movimiento del Sol, sino que tienen una duración muy desigual según las zonas, a veces se adelantan o retrasan, se prolongan en demasía, entremezclan, etc.

Gráfico de la declinación solar. Onda astronómica inductora, de tipo senoidal.

 

            En la literatura astrológica antigua se puede constatar que muchos autores atribuyeron los ciclos climáticos, no sólo al movimiento del Sol, sino también al de las estrellas (ortos y ocasos a lo largo del año). Por ejemplo, los calores extremos del verano a la salida del Can, y de ahí viene nuestra canícula. Pero algunos, como Gémino (siglo I), ya se rebelaban contra esta falacia2. En la actualidad, desgraciadamente, también hay astrólgos que persisten en la confusión por falta de revisión de muchos de los dogmas que anquilosan las viejas doctrinas3.

            Llamamos onda astronómica inductora a la del ciclo de la declinación solar. Es una función matemática relativamente sencilla de describir y representar gráficamente, y la responsable principal del ciclo climático de las estaciones a lo largo del año. Por contra, la onda inducida por ésta en el sistema atmósfera-océanos-continentes se muestra mucho más compleja, con saltos bruscos más o menos abruptos que revelan fenómenos de acumulación y cuantificación. Podemos hacernos una idea de ella mediante gráficas de presión, temperatura, velocidad del viento, grado de humedad, etc.

La onda astronómica inductora es sencilla, pero la climática inducida, mucho más compleja.

Gráfico de presiones para un mes de febrero (Tortosa).

 

            Podemos concebir también la onda climática inducida siguiendo las posiciones medias de los anticiclones y las borrascas y sus cambios a lo largo del año, así como el ascenso y descenso de la circulación zonal de las perturbaciones. En invierno, parejo al estacionamiento del Sol en el Trópico de Capricornio, en el Hemisferio Norte los anticiclones se ubican sobre los continentes (fríos respecto a las aguas de los mares), y las borrascas sobre los océanos. En verano, con el estacionamiento del Sol sobre el Trópico de Cáncer, los anticiclones se fijan sobre las aguas (frías respecto a las tierras continentales) y las borrascas sobre los continentes. En este esquema, podemos interpretar el otoño y la primavera (estaciones de mayor movilidad atmosférica) como las permutaciones de las zonas de anclaje de anticiclones y borrascas (son los períodos más lluviosos y ventosos del año).

 

            Del mismo modo, con el acercamiento del Sol al Trópico de Cáncer, el rosario de perturbaciones del Frente Polar y la Jet Stream ascienden de latitud, y con la llegada del invierno (acercamiento del Sol al Trópico de Capricornio) descienden, acercándose a la Península Ibérica. Esta es la causa del mal tiempo invernal y de la estabilidad propia del período estival.

 

            Sin embargo, cada año, este baile atmosférico es diferente. Siendo el ciclo astronómico inductor del Sol muy similar de un año a otro (las únicas variaciones posibles son las de la energía irradiada por este astro en relación al ciclo de las manchas solares), en el modelo astrometeorológico tenemos que atribuir esta disparidad de los ciclos climáticos anuales a la coreografía planetaria, muy variable con los años solares.

Aunque la onda astronómica inductora sube y baja gradualmente,

la climática inducida es mucho más irregular, con ascensos y descensos más o menos abruptos.

 

            Desde este punto de vista, los planetas se revelan como poderosas palancas, capaces de grandes impactos sobre el movimiento de las grandes células de la circulación atmosférica de la Tierra. Y con ello, de excelentes indicadores del inicio de las rachas climáticas.

Descensos excepcionales del Jet Stream (línea B, 1982)

 

            Para muchos, la debilidad de estos influjos planetarios (pensamos ahora especialmente en el gravitatorio), los convierte en despreciables. Pero vamos a ver que esto no es así, y que negar el efecto planetario sobre el desarrollo de las rachas climáticas tiene su origen en una aproximación superficial e insuficiente al problema, propio del reduccionismo cientifista.

            La cosmovisión astrológica clásica, por el contrario, no parte de la separatividad y de la compartimentación de los sistemas para su estudio (modelo mecanicista newtoniano); al contrario, nos enseña que la parte está en el todo y el todo en la parte; nos habla de sintonía entre lo celeste y lo terrestre, de integración y de unidad en la naturaleza, de interacción permanente, de organización de la materia en un todo único mediante la energía y la información, de universalidad de las leyes físicas...

 

            Resonancia

            La pregunta que ahora debemos  hacernos es si este campo de influjos que es el Zodíaco intercambia energía con los sistemas terrestres, y en particular con la atmósfera y la hidrosfera. Dada la solidaridad existente entre las partes del Sistema Solar, y que los aires y las aguas han evolucionado rodeados de ese ambiente cíclico cósmico, lo esperable es que haya sincronismos y fenómenos de resonancia entre ambas partes -mundo terrestre o inferior, y mundo celeste o superior-, y lo mismo histéresis en mayor o menor grado (retraso en la respuesta del oscilador inducido respecto de la señal del inductor), como se observa en ese desfase entre las temperaturas máximas y mínimas anuales respecto de la mayor y menor altura del Sol sobre el horizonte, de entre 30 y 40 días.

            ¿Son refractarios los sistemas terrestres a ese flujo de energía que nos envuelve? En absoluto. La Tierra gira en torno de su eje y sigue al Sol con el resto de la cohorte planetaria como un todo único. La masa giratoria que formó el Sistema Solar al principio de su existencia se fue segregando en diversos anillos (que al condensarse dieron lugar al nacimiento de los planetas), debiendo éstos por tanto guardar ciertas relaciones matemáticas bien definidas -armónicas- en cuanto a distancias al centro, período, masa, etc. Dicho de otro modo, estas relaciones deben tender en todo momento a mínimos de energía para conservar lo más estable posible el Sistema, al igual que se observa en cualquier sistema físico. Durante los momentos en que la energía aumente ésta tenderá a ser absorbida de algún modo ("estribones" gravitatorios, ajustes orbitales, etc.).

            La hidrosfera terrestre, girando con el resto del planeta desde su aparición, debió formar parte ya en un primer momento de esta danza cósmica. El giro combinado de la Tierra -representado en Astrología por el Ascendente- y el de los cielos -en este caso nos importa especialmente el campo gravitatorio- fueron modelando (y lo siguen haciendo) el complejo sistema de corrientes marinas. Junto a la forma de los continentes, esta combinación de influjos -inferior y superior- configura la dinámica del movimiento de las masas de agua, una de las claves del clima, como se sabe.

            El mismo razonamiento sirve para la atmósfera, organizada en un complicado flujo de masas de aire frío y aire caliente que, al igual que ocurre con las aguas marinas, no se mezclan entre sí, sino que se enrollan unas en torno de otras. La interfase de separación  son los populares frentes de lluvia causantes del mal tiempo. El caldeamiento diferencial del Sol sobre los distintos puntos de la Tierra (máximo en el Ecuador y mínimo en los Polos) se traduce en una diferencia de densidades, y por tanto en un flujo de corrientes bien estructurado que se conoce en Meteorología como circulación atmosférica.

            Del mismo modo que la Luna provoca las mareas oceánicas -y en algunas partes del mundo mucho más fuertes que en el resto por efecto de resonancia-, está bien establecido que el paso de nuestro satélite por el meridiano local causa variaciones de presión de entre 2-3 mm Hg en el Ecuador4, disminuyendo este valor hacia los Polos. Tenemos por tanto también mareas atmosféricas, bien conocidas de antiguo, siendo universal la creencia de que el tiempo meteorológico sigue los pulsos solilunares.

            ¿Y los planetas? ¿Ejercen sus impresiones sobre estos medios lábiles al paso diario por los distintos lugares de la Tierra? Los científicos nos dicen en la actualidad que no, que en el caso de la interacción gravitatoria los valores de ésta son tan pequeños que no se detectan ni con aparatos ni por otros medios (respecto de la Luna 1/5156 la de Venus, 1/64.000 la de Júpiter, etc.). Nos podríamos quedar tranquilos con este argumento, si no fuera porque se puede buscar la solución del problema de otro modo, que además desvelará la simpleza del anterior (y que, además, supone una amputación de influjos innecesaria, aunque éstos sean pequeños).

            En el fenómeno de la resonancia, la intensidad no es lo que determina que los sistemas oscilantes intercambien energía, sino la frecuencia; si ésta es semejante se produce entonces la sintonía, y, con la repetición múltiple, la acumulación de energía, capaz de llevar a efectos inesperados. Un puente bien construido puede ser derribado por vientos de poca intensidad: basta con que los pulsos de aire le lleguen a su misma frecuencia de oscilación. La energía se irá acumulando una vez tras otra aumentando la amplitud de la vibración y, si se sobrepasa la resistencia de los materiales, cabe esperar la destrucción del puente.

            Este mismo tipo de fenómeno justifica muchas de las observaciones que, con tanta frecuencia, se dan en Astrología Natural. Pero, en el caso de los sistemas terrestres, como son la hidrosfera y la atmósfera, para que se dé la trasformación drástica (inicio, por ejemplo de las rachas climáticas), es necesario que aquéllos alcancen el estado crítico. Dichos sistemas tienen sus propios ciclos y ritmos, y podrían evolucionar solos en ausencia de la Luna y de los planetas; pero, al igual que ocurre en el caso de los seres vivos, debemos tener en cuenta que la rotación de la Tierra y los ciclos planetarios (Sol y Luna incluidos) son para dichos sistemas el mecanismo que les proporciona la energía y, como un reloj, los pone en hora, por lo que los sincronismos entre ellos son, más que una probabilidad, una certidumbre.

 

            Planetas y clima

            La lógica científica actual nos permite prever paralelismos entre los ciclos planetarios y las rachas climáticas, de modo que, conociendo la marcha de unos, podremos conjeturar cómo se espera el desarrollo de las otras. Si eso nos permite esperar la Física desde el punto de vista estrictamente teórico, nuestras esperanzas de realizar pronósticos del tiempo a largo plazo fiables se acrecientan cuando constatamos en las obras antiguas que eso ya era tarea habitual y corriente siglos atrás, y numerosos autores se aplicaron a estudiar el asunto.

            Prevenimos aquí contra las tergiversaciones que, con una frecuencia poco deseable, pueden encontrarse en algunas obras de Meteorología y Climatología cuando se abordan estos temas. Sería preferible un mayor rigor por parte de sus autores, de modo que diesen argumentos bien construidos sobre estos asuntos y, más allá de copiarse unos a otros sin ningún control, consultaran las fuentes originales. Tal es el caso de la mofa que un texto tras otro hacen de la supuesta predicción de Stoffler acerca de un supuesto diluvio para febrero de 1524, causado por la reunión de los siete planetas clásicos en Piscis para esa época. Stoffler sólo publicó unas efemérides que permitían calcular el stellium, en ningún momento un diluvio, ni siquiera lluvias fuertes5.

            Es necesario por tanto poner manos a la obra, estudiar lo que en esos libros venerables hay de útil y ponerlo al día mediante una interpretación actualizada de los mismos, es decir, desde el punto de vista de la Física moderna. El siguiente paso es contrastar, utilizando los registros meteorológicos existentes, que las rachas climáticas corren paralelas en mayor o menor grado al desarrollo de los ciclos planetarios y sus aspectos mayores, del modo que nos enseñan las obras antiguas, añadiendo elementos nuevos que podemos encontrar nosotros a lo largo de esa tarea6.

            Y por último, efectuar predicciones siguiendo los métodos de la Astrometeorología: ésta es la prueba de fuego que toda teoría o modelo científico debe pasar antes o después para ser reconocida como tal y ganar aceptación entre la comunidad científica y el público en general.

 

            Algunos ejemplos

            Caso nº 1. Los 7 planetas visibles en Acuario

            5 febrero 1962  00:10 GMT Madrid

            Posiblemente esta sea la figura celeste más notable del siglo XX: el programa informático no recoge completo el apiñamiento tan apretado de los 7 planetas clásicos. De hecho, en los días previos hubo un buen revuelo periodístico en todo el mundo: corrió como la pólvora la noticia de que unos astrólogos indios habían anunciado el fin del mundo en función de esta excepcional figura. Predicciones similares se propagaron en su día por toda la Europa medieval y renacentista causando considerable revuelo.

            Habitualmente este tipo de pronósticos resultan totalmente errados, y cuando sucede el hecho excepcional nadie lo había anunciado. Pero tal vez, más que erradas, debiéramos decir predicciones desproporcionadas o fuera de lugar.

 

            Veamos la información climática que disponemos para los meses siguientes a este stellium en Acuario. Naturalmente, no tenemos nada extraordinario en los días inmediatamente siguientes, pero sí en meses sucesivos (inercia de los sistemas terrestres resonantes con los ciclos planetarios). Aún así encontramos que el Observatorio del Ebro registró el día 13 de febrero una racha de cierzo de 146 km/h, valor que no se alcanza todos los años.

            Fenómenos de acumulación en los meses siguientes debieron tener relación con las trágicas inundaciones del Vallés los días 25 y 26 de septiembre de 1962, que sólo fueron el inicio de un período de lluvias otoñales excepcionales en Cataluña oriental que se prolongó hasta la década de los 707. Las lluvias de estos días fueron de carácter torrencial en el Vallés oriental, Baix Llobregat, Barcelonés y Maresme. Los barrancos y rieras se llevaron las barracas de los inmigrantes, causando 296 muertos, 416 desaparecidos y 67 heridos.

            El 25 de diciembre de 1962 Barcelona amaneció con una nevada totalmente insólita para una ciudad bañada por el Mediterráneo, acumulando un espesor de medio metro de nieve en 24 horas. Desde el punto de vista climático es un hecho totalmente excepcional.

            En enero de 1963 la Península Ibérica sufrió una ola de frío que llegó a afectar al cuadrante SO. con un intenso temporal de nieve. El fenómeno alcanzó buena parte de Andalucía, Levante y Baleares.

            El invierno 1962-1963 fue el más frío en el Reino Unido desde 1740, lo que da idea de la escala del fenómeno que estamos tratando8. En Estados Unidos el período 1962-65 fueron los cuatro años más secos desde que allí se dispone de registros pluviométricos, es decir, desde 17389.

            ¿Están ligados estos fenómenos al stellium de Acuario? Nosotros pensamos que sí, puesto que una figura de este tipo domina el panorama cósmico durante un período largo, hasta que la energía puesta en juego por ella se disipa y una nueva configuración celeste con consecuencias distintas la sustituye. Así pues, figuras semejantes a esta hay que tenerlas en cuenta al menos durante meses, matizando las subordinadas con arreglo a la troncal.

            A nuestro entender los planetas en Acuario se hallan tan apelotonados en torno de la sicigia que no cabe discriminar el almuten de la figura.Desde el punto de vista estrictamente astrológico la multiocupación de Acuario resalta al regente del signo, Saturno. Este punto de vista explica que nada más entrar el Sol en Libra (23 de septiembre) descargasen las trombas responsables de las inundaciones mencionadas (días 25 y 26). Y lo mismo al llegar el Sol a Capricornio por tránsito en la figura raíz (22 de diciembre); la nevada de Barcelona se produjo entre el 24 y el 25.

            Con este stellium hay que relacionar la racha climática fría excepcional de ese invierno, así como el inicio de la más severa sequía conocida en U.S.A., que duró hasta la cuadratura siniestra Júpiter Saturno de 1965 (C1).

 

            Caso nº 2. La trágica riada del 57 en Valencia (13 y 14 de octubre de 1957)

            8 octubre 1957  21:43 GMT Valencia

            Los récords absolutos de intensidad de lluvia no se dan en España, pero a veces se citan cifras de países exóticos que pueden producir risa cuando se las compara con la de Jávea el 2 de octubre de 1957: 871 l/m2 en 24 horas cayeron allí entonces en esa conocida villa turística valenciana.

            Si buscamos las figuras celestes correspondientes a este récord y a la trágica riada del Turia de 1957, nos topamos con la reunión del Sol, Marte y Júpiter en Libra.

            En la luna llena, fase de la riada sobre la capital valenciana, el ASC es Cáncer (casa de la Luna, signo de Agua) y Venus se halla atacir a la sicigia. La Luna pasa frente al stellium de Libra y la riada se produce cuando ésta se encuentra en el signo de Géminis, no espera a llegar al Ascendente.    

 

            El día 16 se produjo la conjunción exacta Marte-Júpiter. Pero obsérvese que en la figura de la luna llena Mercurio avanza hacia el stellium de Libra, de modo que el mismo día 13 alcanza la conjunción con Marte a las 18:51 y al día siguiente, el 14, la hace con Júpiter a las 12:51 (este último aspecto es abertura de puertas).

            Que un planeta inferior vaya de un superior a otro (el tercer tipo de abertura de puertas, relacionado con lluvias) lo vemos en múltiples casos (salvo en las rachas secas). Precisamente el día 14 se produjo lo peor del desastre sobre la capital valenciana.

 

            Caso nº 3. Los tres planetas superiores en Virgo. Comienza la sequía de los 80

            19 diciembre 1979  8:24 GMT  Tortosa

            12 junio 1980  20:39 GMT  Tortosa

            Una de las sequías que azotaron la Península Ibérica durante el siglo XX fue la que comenzó en 1980, conocida precisamente por este guarismo. Noviembre y diciembre de 1979 ya son calificados de secos por los estudiosos del clima, y en marzo de 1980 vinieron los primeros síntomas de sequía grave, las primicias de la "sequía de los 80", que se confirmó como de larga duración con un otoño seco igualmente.

            El invierno 1980-81 fue calificado como "extraordinariamente seco", seguido de un alivio lluvioso en marzo (en el Este peninsular, lluvias localmente intensas). El otoño de 1981 fue probablemente en su conjunto el más seco de los últimos 200 años, y sólo a finales de diciembre vinieron intensas lluvias.

            En la figura del 19 de diciembre de 1979, los tres planetas superiores, Marte, Júpiter y Saturno, se hallan en el signo de Virgo, los dos primeros en conjunción, y ambos en cuadratura con Mercurio.

 

            En la figura de la sicigia previa a la entrada del verano astronómico los tres soberanos siguen en Virgo. La duración de su estancia allí fue sin duda importante para los efectos observados, lo que se halla en relación con la posición relativa de los mismos con respecto al Sol.

 

 

            Caso nº 4. Stellium en Tauro (abril 2000). Abril más lluvioso de los últimos 50 años.

            20 marzo 2000  4:45 GMT  Tortosa

            4 abril 2000  18:13 GMT  Tortosa

            4 mayo 2000  4:13 GMT  Tortosa

            El invierno de 1999-2000 fue uno de los más secos del siglo en buena parte de España y, bien entrado marzo, las pérdidas en cosechas de cereales de secano en zonas tempranas eran motivo de noticia diaria en la información. Sin embargo, las perspectivas astrometeorológicas eran buenas.

            En la víspera de la luna llena de marzo, el 19, el tiempo comenzaba a cambiar. El mismo día 20 caían las primeras lluvias en Levante y Castilla-La Mancha, el 21 en toda la mitad Oeste ibérica. El día 23 Marte entraba en Tauro, dando su fuerza a los cronocratores: comenzaba a llover también en el resto de la Península, con granizadas locales destructivas (se deslizaba aire frío en altura procedente del Ártico).

 

            A partir de entonces bajó la circulación zonal de las perturbaciones atlánticas, y las lluvias, las nevadas y los granizos menudearon por la mayor parte de la geografía española, islas Canarias incluidas. Sólo quedaron algunos rincones sin cubrir por las precipitaciones, sobre todo en el SE. ibérico.

            Abril del 2000 fue uno de esos meses meteorológicamente anómalos, con lluvias frecuentes y abundantes. Muchos ríos y pantanos se recuperaron de dos años de sequía, y sobre todo los campos y bosques, que presentaban hasta entonces un panorama desalentador. En numerosos observatorios fue el abril más lluvioso de los últimos 50 años. En Sevilla recogieron durante este mes 116 l/m2; en Cádiz y en Madrid 104; 73 en Barcelona.

 

            Se nos podrá decir que la acumulación de los planetas en un signo zodiacal es un significador universal y que no en todas las partes del mundo provocan el mismo régimen atmosférico. Cierto: en Etiopía siguieron con su gravísima y prolongada sequía, y las poblaciones nómadas del Oeste de la India y Pakistán tuvieron que abandonar sus campamentos habituales en busca de pasto para sus ganados hambrientos. Sufrían la peor sequía del siglo en aquellas zonas. En Durango (México) el calor facilitó la proliferación de una plaga de escorpiones, y a falta de mejor remedio las gentes se encomendaron a San Jorge, abogado contra estos males.

 

            Notas

            1.- Demetrio Santos Santos. Astrología teórica. Ecuaciones fundamentales. Editorial Barath. Madrid, 1985. Existe reedición, Zamora 2002.

            2.- Gémino. Introducción a los fenómenos. Introducción, traducción y notas de Esteban Calderón Dorda. Editorial Gredos. Madrid, 1993. Ver en el Capítulo XVII.

            3.- Tal es el caso, por ejemplo, de quienes se empecinan en reemplazar el Zodíaco tropical por el sideral, en aras de "volver a la tradición y a los orígenes" sin el menor espíritu crítico de revisión. Tal "retorno a las fuentes" supondría un enorme paso atrás en el avance del conocimiento, algo así como si los matemáticos renunciasen al cálculo infinitesimal o al empleo de los números complejos, etc., una vez desarrollados éstos.

            4.- Ignacio Puig, S.J. ¿Qué es la Física cósmica? Editorial Espasa-Calpe, S.A. Madrid, 1965. P. 37, pág. 97.

            5.- Ver en Astrología en Italia: pasado y presente. Claudio Cannistrà. Congreso de Astrología Barcelona 2002. Edición digital.

            6.- Puede consultarse para ello nuestros trabajos Tratado de Astrometeorología y Planetas y clima. Ediciones de autor.

            7.- Inocencio Font Tullot. Historia del clima de España. Cambio climático y sus causas. Instituto Nacional de Meteorología. Madrid, 1988. Pág. 175.

            8.- Ídem, pág. 142.

            9.- Ídem nota anterior.

 

            Bibliografía

            Diversos autores. Física II. edebé. Barcelona, 1999.

            J. Fabregat, M. García, R. Sendra. Curso de Astronomía. Teoría y práctica.Valencia, 1993.

            H. Karttunen, P. Kröger. H. Oja, M. Poutanen, K.J. Donner. Fundamental Astronomy. Sringer. Helsinki, 1993.

            Arthur N. Strabler, Alan H. Strabler. Geografía física. Ediciones Omega, S.A. Barcelona, 1989.

            Lorenzo García de Pedraza. La predicción del tiempo en el Valle del Ebro. Instituto Nacional de Meteorología. Madrid, 1985.

           

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