MARCADORES
ASTRONÓMICOS DE LAS RACHAS CLIMÁTICAS
Por José Luis
Pascual Blázquez ã Septiembre 2005
Abstract. Introducción. Variablilidad
climática y predicción. La crisis climática del siglo XX. Casos introductorios.
Buscando "nuevas vías". Principio de unidad y resonancia. Los
planetas como osciladores. Correlación entre variabilidad climática y ciclos
astronómicos. Configuraciones planetarias inductoras. Significado físico de los
"aspectos planetarios". Efecto global y efecto local. Lecturas recomendadas. Notas.
Abstract
In this paper we ask
ourselves about the possibility to forecast climatic spells all through
astronomical markers. It would seem a revolutionary proposal, maybe an absurd
one, but the only way to know it is to go into the matter.
Indeed, we propose a
new way to work and we have got good reasons to do it, the more evident, the
failure of numerical models and limitations of global phenomena like El Niño,
N.A.O., etc. in long range forecast. We will apply solids principles, like
uniqueness in Nature and resonance, against separativity
and reductionism, usually employed in scientific research.
The planetary effect is
so weak, but only in quantitative terms; due to this reason, some people thinks
is negligible. In fact, planetary factors have been introduced into equations,
without any variations in final solutions. But we think this fact maybe is an
evidence of limitations in this way to work; an accumulative effect could exist,
so hard to enter in equations and numerical models.
So, we can go into the
matter about long range forecast all through different methods than usually,
perhaps through a worldwide vision, considering the Solar System like a total
and unique entity where all parts -conceptual parts, that only exists in our
minds - acts with accurate solidarity and interactivity. Very little parameters
could play an important and decisive role: we call them astronomical markers.
Introducción
Una de las
principales dificultades estriba en que la atmósfera se comporta como un
sistema caótico, lo cual limita drásticamente el valor de las ecuaciones que se
introducen en las grandes computadoras. Algunos piensan que cuanto más datos y
más exactos sean los que se les entregan a las máquinas, más cerca estaremos de
la solución final. En Meteorología nos encontramos ante una cuestión de
determinismo, como ya les sucedió a los investigadores del mundo atómico a
comienzos del siglo XX.
Frente a este
panorama desesperanzador, en lo que se refiere a variabilidad climática,
creemos que el problema puede atacarse por otras vías diferentes a las
actualmente usadas por los meteorólogos. La evolución de
Tenemos un precedente en
Variables astronómicas de
los ciclos de Milankovitch. Si, solsticio de
invierno, Ep, equinoccio de primavera, Sv
solsticio de verano, Eo equinoccio de otoño,
posiciones actuales para el hemisferio Norte. Los ejes de la elipse y de las
estaciones se cortan en ángulo recto, aunque no lo parezca en la perspectiva.
El eje de rotación de
Pero de aquí a
concluir que el efecto planetario no existe, o que realmente podemos pasarlo
por alto, media un abismo; pensamos que cometeríamos un enorme error en todos
los órdenes -filosófico, lógico, científico, etc.-. Vamos a tratar de explicar
porqué.
Variabilidad
climática y predicción
El ciclo climático
anual es consecuencia del giro de
El resultado global
es la secuencia de diversos escenarios climáticos característicos en cada
latitud y zona del planeta a lo largo del ciclo de 365 días. Para estudiar la
variabilidad climática podemos suponer fijos en principio la órbita de
Una posible respuesta
es que la propia causa excitadora, el movimiento orbital de
Pero... ¿tan seguros
andamos de que la causa del ciclo climático anual y de su variabilidad reside
única y exclusivamente en el movimiento orbital de
Tenemos un punto de comparación
en el papel que juegan los oligoelementos en el suelo (Agronomía), los
catalizadores en las reacciones químicas y los enzimas en los seres vivos
(Bioquímica). La presencia de oligoelementos en la tierra, aunque en bajísimas
cantidades, es fundamental en agricultura, y también en alimentación. La
carencia de boro, manganeso, etc. en un suelo puede determinar la ruina de las
cosechas; aunque lo fundamental para las plantas sean el nitrógeno, el fósforo
y el potasio, en Agronomía existe la llamada ley del mínimo: la producción está limitada por el elemento que
se halle en menor cantidad, incluso si éste es un oligoelemento. Y lo mismo
pasa en los animales superiores: aunque la alimentación básica esté constituida
por proteínas, lípidos y glúcidos, la presencia en bajísimas cantidades de
cinc, cobre, vitaminas, etc. es fundamental y su carencia puede causar
alteraciones de la salud nada proporcionales a las dosis mínimas diarias
necesarias de estas sustancias.
Algo nos insinúa que
similares circunstancias pueden darse también en el desarrollo de las rachas
climáticas respecto de algunos ciclos planetarios, por débil que pueda resultar
la luminosidad o la gravedad de un planeta respecto de otros parámetros (ciclo
solar anual, etc.).
Para empezar vamos a
buscar cuándo se dieron en el siglo XX las rachas climáticas más extremas, a
ver si se correspondieron con puntos notables de los ciclos planetarios.
Sabemos que ya en este siglo estábamos inmersos en una gran crisis climática,
pero ciñámonos exclusivamente a variabilidad.
Por supuesto, aunque busquemos correlaciones astronómicas con rachas locales,
si nuestra hipótesis resulta viable, los grandes eventos del cielo irán parejos
a situaciones climáticas más o menos dramáticas y globales, que se sustanciarán
de manera muy diversa de unos lugares de
La crisis
climática del siglo XX
Caso 1.1. Conjunción
climatérica, inicio del C-800
21 diciembre
1980; 18:09 GMT
A este respecto hemos
de dejar sentado que en Astrometeorología la crisis
climática del siglo XX está significada por la conjunción que Júpiter y Saturno
realizaron a 9° de Libra a finales de 1980. Aplicamos aquí una
doctrina antiquísima que conocemos en Occidente a través de la obra del persa Abumasar (787-886), Sobre
las grandes conjunciones(3).
Dicha conjunción tuvo características climatéricas, como todas las que se
producen cerca de los puntos equinocciales (0° Aries y 0°Libra), inicio de un ciclo de
800 años de duración. Kepler, personaje poco sospechoso para
La crisis climática
del siglo XX ha sido bien estudiada por el meteorólogo canario, que nos dejó en
2003, Inocencio Font Tullot, en su obra Historia del clima en España. Cambios climáticos y sus causas(5). Remitimos a ella al
lector interesado, pero, para nosotros, repetimos, hay que asociar los cambios
al ciclo de conjunciones de los planetas más importantes en el Sistema Solar,
por posición e influjo, Júpiter y Saturno, conocidos en la bibliografía antigua
como cronocratores
(literalmente, "gobernadores del tiempo").
Lógicamente, la
crisis (transformación de los sistemas implicados) se extiende a los años
anteriores y posteriores al punto principal (1980-81) dentro de los propios subciclos de conjunciones simples de 20 años de período, y
a las de tercer orden, que se repiten a tan sólo 9° de distancia de dos anteriores (C-60, en realidad 58,2 años).
Todos los estudios
climáticos que realicemos de los siglos XX y XXI en relación al influjo de
elementos del Sistema Solar, habremos de encuadrarlos dentro de estos hechos.
Casos
introductorios
Caso 1.2. El
gran stellium
del siglo XX
5 febrero
1962 00:10 GMT
Posiblemente esta sea
la figura celeste más notable del siglo XX; de hecho, durante los días previos
hubo un buen revuelo periodístico en todo el mundo. Corrió como la pólvora la
noticia de que unos astrólogos indios habían anunciado el fin del mundo en
función de esta excepcional figura. Predicciones similares se propagaron en su
día por toda
Habitualmente este
tipo de pronósticos resultan totalmente errados, y, cuando sucede el hecho
excepcional, nadie lo había anunciado. Pero, tal vez, más que erradas,
debiéramos decir desproporcionadas o fuera de lugar.
Veamos la información
climática que disponemos para los meses siguientes a este stellium en Acuario. Naturalmente, no tenemos nada extraordinario en los
días inmediatamente siguientes, pero sí en meses sucesivos (inercia de los
sistemas terrestres resonantes con los ciclos planetarios).
Fenómenos de
acumulación en los meses siguientes debieron tener relación con las trágicas
inundaciones del Vallés los días 25 y 26 de septiembre de 1962, que sólo fueron
el inicio de un período de lluvias otoñales excepcionales en Cataluña oriental
que se prolongó hasta la década de los 70(6). Las lluvias de estos
días fueron de carácter torrencial en el Vallés oriental, Baix
Llobregat, Barcelonés y Maresme.
Los barrancos y rieras se llevaron las barracas de los inmigrantes, causando
296 muertos, 416 desaparecidos y 67 heridos.
El 25 de diciembre de
1962 Barcelona amaneció con una nevada totalmente insólita para una ciudad
bañada por el Mediterráneo, acumulando un espesor de medio metro de nieve en 24
horas. Desde el punto de vista climático es un hecho totalmente excepcional.
En enero de 1963
El invierno 1962-1963
fue el más frío en el Reino Unido desde 1740, lo que da idea de la escala del
fenómeno que estamos tratando(7).
En Estados Unidos el período 1962-65 fueron los cuatro años más secos desde que
allí se dispone de registros pluviométricos, es decir, desde 1738(8).
¿Están ligados estos
fenómenos al stellium
de Acuario? Para las antiguas doctrinas no hay ninguna duda, puesto que una
configuración celeste de este tipo domina el panorama cósmico durante un
período largo, hasta que la energía puesta en juego por ella se disipa y una
nueva con consecuencias distintas la sustituye.
Caso 1.3. La
sequía de los 80 en
19 diciembre 1979 8:24 GMT
12 junio 1980 20:39 GMT
Una de las sequías
que azotaron
El invierno 1980-81
fue calificado como "extraordinariamente seco", seguido de un alivio
lluvioso en marzo (en el Este peninsular, lluvias localmente intensas). Del 6
al 21 de junio de 1981 hubo una intensa ola de calor, la más fuerte del siglo
hasta esa fecha. El otoño de 1981 fue probablemente en su conjunto el más seco
de los últimos 200 años, y sólo a finales de diciembre vinieron intensas
lluvias.
En la figura del 19
de diciembre de 1979 los tres planetas superiores, Marte, Júpiter y Saturno, se
hallan en el signo de Virgo. Tal configuración es lo que el Libro de las Cruzes
llama quemantes, y sobre ello
dice lo siguiente:
Sepas que las
sequías y las menguas de las aguas tienen dos significaciones.
Una de ellas es quemazón de los planetas superiores, que
son Saturno, Júpiter, Marte y el Sol. Este quemamiento ya lo describimos al
comienzo del libro, según la opinión de los sabios en la que está basado. Se
habla de ello cuando los cuatro planetas citados se hallasen en una
triplicidad, ya sea los cuatro juntos en un signo o repartidos por los signos
de aquella triplicidad. A esto es lo que llaman estos sabios quemazón de los
planetas.
Cuando así aparezcan, significa gran sequedad y mengua de
aguas, y si la tal quemazón se produjera en invierno, significa fuerte frío,
nieves y muchas heladas en el corazón de la estación, que son 40 días, los 20
últimos de diciembre y los 20 primeros días de enero.
Si la quemazón de los planetas se produjese en verano,
significa grandes calores y gran sequedad en los días caniculares, que son los
20 días últimos de julio y los 20 primeros días de agosto.
Sepas que la
quemazón más fuerte y con los significados más potentes es la que se produce en
la triplicidad de Fuego o de Aire, ya que cuando los cuatro planetas superiores
se hallen en signos de Aire o de Fuego, significa gran mortandad, muchas
enfermedades y epidemias, y mucho mal por todas las tierras y lugares, muchas
peleas y conflictos, batallas entre los hombres y entre las gentes, yermamiento de villas y lugares. Mayormente se producirán
estas cosas en los lugares donde tienen poder los signos donde estén los
planetas.
Si los cuatro planetas se hallasen juntos en un signo,
corresponderán todos estos males a la villa por él significada, y aquella villa
será lidiada por cada parte hasta ser destruida y destrozada. Pero cuando esta
quemazón de los cuatro planetas se produzca en la triplicidad de Tierra o de
Agua, no significa tanto mal ni tantos daños, sino que se relaciona con lluvias
y aguas(9).
En la figura de la sicigia
previa a la entrada del verano astronómico prosigue la situación de quemazón con los tres superiores en
Virgo; o sea, el stellium
fue de larga duración, lo cual ha de resultar importante desde el punto de
vista influencial. De hecho, esta sequía fue una de
las peores del siglo XX para el territorio ibérico.
Caso 1.4. Récord
español de lluvia recogida en un día y riada de Valencia en octubre de 1957
23 septiembre 1957
19:19 GMT Valencia
8 octubre 1957
21:43 GMT Valencia
Los valencianos
suelen decir que, en su tierra, cuando llueve, no sabe llover. En el
Mediterráneo español, a meses de sequía pueden seguir desplomes torrenciales y
hasta tropicales de agua. Los récords absolutos de intensidad de lluvia no se
dan en España, pero a veces se citan cifras de países exóticos que pueden
producir risa cuando se los compara con la cifra de Jávea
el 2 de octubre de 1957: 871 l/m2 en 24 horas cayeron allí entonces
en esa conocida villa turística.
En el litoral
mediterráneo ibérico las únicas lluvias significativas del año se producen con
viento de levante. Basta que sople de esta dirección para que la abundante
humedad que acumula el aire de este mar cerrado se desplome sobre los
contrafuertes de las montañas próximas. El fenómeno se agrava cuando en las
capas altas de la atmósfera hay aire frío, sobre todo si viene con surco o
alguna burbuja de
Si buscamos las
figuras celestes correspondientes al récord de Jávea
y a la trágica riada del Turia de 1957, nos topamos con otro stellium, la reunión del Sol, Marte y Júpiter en
Libra. Durante el creciente se produjo el récord de Jávea.
Para la luna llena, fase de la riada sobre la capital valenciana,
Que un planeta
inferior vaya de un superior a otro lo veremos en múltiples casos de estudio.
Buscando
"nuevas vías"
Los ejemplos que
acabamos de poner no son más que un anticipo introductorio para sembrar la duda
en el lector, al que en principio suponemos escéptico -y tal vez hasta tenga
buenos motivos para ello-. En realidad, lo que estamos proponiendo no
constituye ninguna novedad, ni posee la menor originalidad. Existe toda una
amplia bibliografía sobre el tema, tan bien conocida por los historiadores de
la ciencia como ignorada en términos generales por la comunidad científica. En
España tenemos el Libro de las Cruzes, ya citado, traducción castellana de una serie
de manuscritos que circulaban por Al Andalus,
procedentes del Norte de África, el cual dedica buena parte de su contenido a
la predicción de sequías, calores, pedriscos, aparición de langostas,
inundaciones, épocas de abundancia y carestía, etc., en base a marcadores
astronómicos (las "cruces", enseguida hablaremos de ellas).
En esta obra, los
marcadores astronómicos más notables son los planetas superiores, Marte,
Júpiter y Saturno, precisamente los que por su lejanía y apartamiento de
Los trabajos de
traducción se llevaron a cabo en Toledo durante la segunda mitad del siglo XIII
y en ellos participó personalmente Alfonso X el Sabio, rey de Castilla. De este
sistema se guardan manuscritos árabes independientes en
Tal sistema de
predicción venía siendo utilizado por los nómadas de las estepas
norteafricanas, poblaciones muy sensibles a los caprichos del clima en unas
regiones tan áridas como aquellas. El historiador Juan Vernet cree que es
bastante anterior a la expansión árabe, y retrotrae su origen, por lo menos, al
período bajolatino(11).
Suponemos que los nómadas
norteafricanos medievales, como las gentes del campo en general, serían
personas prácticas y difícilmente se dejarían llevar por bagatelas o historias
sin fundamento.
En realidad, el
sistema de las cruces constituye el desarrollo de las grandes conjunciones, que
conocemos a través del persa Abumasar, y fue muy
utilizado por los árabes cuando eran la cabeza intelectual del mundo conocido.
Los europeos medievales buscaron con avidez este tipo de obras, especialmente
en los territorios españoles recién liberados del dominio árabe, pues tales
conocimientos constituían lo más avanzado de la ciencia de la época.
El Libro de las Cruzes
fue publicado dos veces durante el siglo XX, y a la hora de redactar este
trabajo se halla a punto una edición digital del mismo a cargo del Instituto
Cervantes. Desgraciadamente, sólo los lingüistas se hallan interesados por este
tipo de obras; sin embargo, contienen un indudable valor científico, que
pensamos es aprovechable y debe ponerse al día para que el viejo árbol pueda
dar nuevos frutos.
Este tipo de ciencia
vio su fin entre los siglos XVII y XVIII, con el abandono de la física
aristotélica y el surgimiento de una nueva de las manos de Newton, Galileo,
Kepler y quienes les siguieron después. Kepler, que sigue presente en los
textos de nuestros bachilleres y universitarios, fue el último investigador de
los influjos planetarios que intentó elaborar una teoría matemática para
justificar algunos aspectos particulares de los elementos que conforman el
Sistema Solar. En Mysterium Cosmographicum
(El secreto del universo) y Harmonices mundi ("La armonía del mundo", o mejor,
"Los armónicos en el mundo")(12)
abordó el problema de las proporciones armónicas entre distancias, períodos, etc.,
de los que sólo siguen vigentes sus tres conocidas leyes.
Modelo del Sistema heliocéntrico propuesto por Kepler
en Mysterium Cosmographicum
(las esferas planetarias y sus radios explicados a través de los sólidos
platónicos)
Podemos leer las
citadas obras actualmente en diversas lenguas europeas, pues se reeditan con
cierta frecuencia, y constatar a través de ellas que el gran pensador, como
cualquier otro científico de su época o de otras anteriores, consideraba el
Sistema Solar una maquinaria única en la que todos sus elementos constituyentes
funcionan de modo integrado; particularmente, en esta manera de ver el mundo,
es el giro de los cielos (esferas planetarias) el responsable de múltiples
acontecimientos terrestres (entre ellos el tiempo atmosférico). Es conocido que
Kepler publicaba cada año un almanaque astronómico donde proporcionaba
pronósticos meteorológicos; se ha dicho que lo hacía por necesidad económica y
odiaba la inclusión de tales pronósticos, y, aunque pueda haber alguna razón
puntual (tenía un carácter muy agrio), tal afirmación se desmiente a través de
la lectura general de sus obras (De fundamentis astrologiae certioribus(13), etc.); en el almanaque de
1602 invitaba a los lectores a contrastar sus pronósticos con la realidad.
Kepler intentó dar
con un modelo matemático del Sistema Solar que explicase la relación existente
-bien conocida y constatada a través de la observación- entre el movimiento
planetario y ciertos acontecimientos terrestres, entre ellos el desarrollo de
secuencias climáticas. Para ello aplicó los conocimientos a su alcance -teoría
musical, o sea, Física del Sonido, proporciones armónicas y Geometría de
Euclides-; dadas tales limitaciones, bajo el punto de vista actual, sus
proposiciones, como la de los cuerpos platónicos regulares encajados entre las
esferas planetarias, o la cuantificación de los "aspectos planetarios",
resultan insuficientes, y lo son porque, tratando con ondas, Kepler carecía del
aparato matemático necesario para hacerlo.
Hoy no tenemos esa
carencia, pero tampoco sabemos aún si un nuevo modelo ondulatorio del Sistema
Solar es realizable, en analogía a lo que ya se ha hecho dentro del mundo de
los átomos y de las moléculas. Sin embargo, sí que estamos en condiciones para
actualizar y comprender desde un nuevo punto de vista algunas de las ideas de
los científicos de siglos pretéritos. Algunos se quedaron encallados en el
mundo aristotélico, ya obsoleto, o en el simple empirismo; pero nosotros
disponemos de capacidad suficiente para dar una nueva vuelta a la manivela del
conocimiento.
Principio de
unidad y resonancia
En ninguna obra
antigua se trata del concepto de "órbita planetaria" como hacemos en
la actualidad; los textos astronómicos anteriores a la mecánica newtoniana
distinguen claramente el "cuerpo" del astro de su "esfera",
incluso en el caso de Copérnico y los primeros heliocentristas(14).
Dentro del esquema aristotélico del mundo la "esfera" se considera
sólida y transparente, y en su giro arrastra consigo el cuerpo material del
planeta correspondiente, Sol y Luna incluidos. Aristóteles habla de
"inteligencias separadas"(15) para describir su influjo,
en el sentido de que hay un "orden" en el giro de los astros y sus
cielos, o, como ahora podríamos decir, una "información codificada".
Tenemos un símil a
otra escala en el mundo de los átomos, donde encontramos que cada partícula se
comporta también como una onda; cuando éstas se organizan para imbricarse en
una estructura atómica, hablamos actualmente de "niveles de energía",
bien jerarquizados, y el número de estos y su configuración electrónica nos
permiten explicar las propiedades físicas y químicas observadas en cada
elemento. Curiosamente, el número de niveles electrónicos en los átomos también
es de siete, y por tanto, también siete el número de períodos en
El universo medieval de las esferas planetarias, con
arreglo a las doctrinas de Aristóteles y Ptolomeo. Biblioteca Nacional de
París. Ms. Latin
Después de Einstein,
la onda y la partícula son manifestaciones de una realidad única, el
"campo"; lo mismo puede suceder en el Sistema Solar: las agrupaciones
de la masa en planetas, satélites, anillos, cinturones de asteroides, etc., nos
revela los lugares donde se intensifica el campo gravitatorio, es decir, una
estructura bien organizada de un conjunto de fuerzas que funcionan como un todo
único, conectadas por principios de armonía y resonancia entre ellas.
Modelo atómico actual de niveles electrónicos, similar
al de las antiguas esferas planetarias, que nos recuerda la similitud existente
entre macro y microcosmos. El gráfico no lo recoge, pero los niveles
electrónicos atómicos también son siete, como los períodos de
Esquema del planeta P en vía de formación. De El problema del origen de los mundos, Desiderio Papp.
Cuando las partículas
se organizan en las estrellas para formar los átomos a partir del plasma,
aparecen los "niveles de energía", es decir, la estratificación y la
cuantificación de la masa y de la energía dirigidas
por una cierta "información", presente siempre en todo rincón del
Cosmos. Cada átomo (elemento químico) constituye una individualidad, que se
repite cíclicamente (Tabla Periódica en
Una organización
similar se observa en la formación de los sistemas solares a partir del polvo
cósmico y masa en estado informe: ésta se pone a girar en torno a una
acumulación (heterogeneidad) puntual, separándose lentamente en anillos a
distancias cuantificadas y con períodos igualmente determinados, de los que
surgen los planetas, y en ellos la complejidad atómica y molecular, y,
finalmente, si se dan las condiciones adecuadas, el fenómeno de la vida. Lo que
nos importa aquí es establecer que, tanto en los átomos como en el Sistema
Solar, cada partícula sufre el influjo de las demás e influye igualmente sobre
el resto, continuada y permanentemente (interacción). De ahí que la parte se
parezca al total y viceversa, o podamos generalizar las leyes de una parte del
universo al resto, porque
Dada la unicidad con
que trabaja
Lo importante para
nosotros es que nada nos impide -al contrario, parece lo más lógico y sensato-
tener en mente que los distintos elementos del Sistema Solar funcionan de
manera integrada y jerarquizada como un todo único -a semejanza de como lo hace
un átomo, salvando las diferencias de escala y naturaleza de las fuerzas
intervinientes-; más allá de los secos conceptos de órbita, masa, energía y hamiltonianos con que
Pensemos, además, que
el nacimiento de un Sistema Solar surge a partir de una condensación puntual de
materia en estado caótico que se pone a girar con grado creciente de
organización, continúa estructurándose en anillos y termina por "cristalizar"
en una serie de cuerpos con órbitas, períodos y distancias al centro de masa
bien definidos. Desde este punto de vista, podemos considerar el Sistema Solar
como un gran oscilador (a semejanza de los átomos) y a los planetas y satélites
como osciladores individuales; en otras palabras, resulta plausible su
descripción en términos ondulatorios, con todo lo que ello conlleva
(intercambio de energía por resonancia entre algunas de sus partes, etc.).
Pero el Sistema Solar
no es una máquina eterna, ni un reloj perfecto, como supusieron los
aristotélicos e hicieran después Newton y los grandes matemáticos que le
sucedieron; de hecho, el insigne inglés ya se dio cuenta de que podían
producirse ciertos "desajustes" en el movimiento planetario (tirones
gravitatorios, teoría de las perturbaciones), y no tuvo empaque en afirmar que
la estabilidad del Sistema Solar requería a veces la intervención de la
providencia divina(16).
Hoy sabemos que la regularidad
asombrosa que observamos en el movimiento planetario no es tan sólida como se
creía y nada impide que se den de cuando en cuando fenómenos de tipo caótico
que puedan llevar a saltos importantes en el comportamiento del Sistema; lo
mismo observamos en los átomos: son estables, pero, en un conjunto de ellos,
tenemos distribuciones estadísticas de fenómenos de descomposición radiactiva.
Dicho de otro modo, tanto los edificios atómicos como el Sistema Solar pueden
llegar a alcanzar estados críticos que los lleven a transformaciones
sustanciales de los mismos.
Lo importante para
nosotros aquí y ahora es que nada sucede al margen de nada; ni la partícula se
mueve al azar en el átomo ni el planeta en su Sistema, ambos constituyen una
parte de un todo único que intercambia energía con su entorno y evoluciona
integradamente a la par, sin que ninguno de sus elementos constituyentes quede
al margen del comportamiento de los demás. Todo actúa sobre todo y todo se
transforma, la parte y la totalidad, ésa es la característica de lo dinámico y
de lo vivo, la interacción continuada y la transformación permanente,
aparentemente discontinua, con períodos intercríticos
de cierta estabilidad relativa y saltos bruscos en la evolución durante los
puntos críticos. Los fenómenos de acumulación y la retroalimentación positiva (feed back)
son característicos de los sistemas dinámicos complejos, que son con los que
estamos tratando (Sistema Solar y acoplamiento atmósfera
terrestre-océanos-continentes).
¿Hasta qué punto podemos
estar seguros de que este acoplamiento, responsable del desarrollo de las
secuencias climáticas, nada tiene que ver con la evolución global de ese
complejo sistema de masas y campos que constituye el Sistema Solar? ¿Hasta
dónde alcanza el argumento de que la debilidad del influjo planetario -desde el
punto de vista cuantitativo- lo hace despreciable en los cálculos? Pues, aún en
este caso, el hecho de la acumulación haría que, al cabo de cierto tiempo, la
suma de débiles pulsos llevase a valores apreciables, y por tanto a la
capacidad transformadora sobre el entorno. No olvidemos que estamos hablando de
variabilidad climática, con períodos superiores al año, lo cual hace más que
viable la intervención de la dinámica planetaria (ciclos de período medio resonantes
con ellos).
En cualquier caso
disponemos de dos principios rectores incontrovertibles para encarar nuestra
investigación: el de
Los planetas
como osciladores
Los atomistas
modernos cifran en siete el número de niveles electrónicos de los átomos, y con
el mismo valor cuantificaron los astrónomos antiguos el número de esferas
planetarias para dar cuenta de su sistema del mundo (aunque algunos astrónomos
y físicos modernos se haya jactado de la ignorancia de nuestros antepasados por
no conocer la existencia de Urano, Neptuno y Plutón). La coincidencia no parece
una casualidad, ni tampoco que cifremos en siete el número de colores del
espectro visible (aproximadamente una octava), o el de las notas de la escala
musical; al contrario, ello insinúa que estamos ante una realidad cosmológica,
ante la estructura íntima del universo material.
Estamos hablando de
ondas donde los antiguos dijeron "música de las esferas"; recordemos
que la "música" fue entonces el equivalente a nuestra
"Acústica" o "Física del Sonido" y poco tenía que ver con
la estética, como sucede actualmente. Supusieron que el giro del cielo y de sus
esferas emitía una "melodía", inaudible para nosotros, pero real,
causante de sintonía, resonancia y efectos físicos constatables sobre
Nota Denominación latina Significado
DO Dominus Dios
RE Regina
Astri Luna
MI Mistus Orbis Tierra
FA Fatum Destino
SOL Sol Sol
SI Siderus Orbis Cielo, esfera
En el pasado, la
mayoría de astrónomos, de Ptolomeo a Kepler, o matemáticos, como Nicomaco de Gerasa, trataron de
justificar el efecto planetario sobre
Debemos recordar aquí
que cosmos es término griego
que significa "bello", "ornato", pero, más que en el
sentido estético que damos hoy a estos términos, en el mismo que emplea Platón
para hablar del "triángulo más bello", en el Timeo y otras de sus obras, es
decir, en términos de armonía matemática, de determinadas proporciones o
relaciones numéricas.
La doctrina de la música de las esferas en The manual of Harmonics of Nicomachus the pytagorean (traducción al inglés y comentarios de Flora R. Levin)
Los antiguos
trabajaron con estas matemáticas relativamente sencillas, tanto en Teoría
Musical, como en Arquitectura y Astronomía (aquí entra el esfuerzo de Kepler
por explicar las correlaciones existentes entre las distancias de los planetas
al Sol y sus correspondientes períodos); pero, hoy sabemos que, al hablar del
influjo planetario, estamos ante ondas, y nuestro actual aparato matemático
para tratarlas es mucho más poderoso que en el pasado.
Muchos fenómenos
astronómicos observables a simple vista responden a movimientos que se
aproximan al armónico simple: el ascenso y descenso del Sol en el ciclo anual,
el de
Visto desde
Mercurio y Venus
(planetas inferiores) presentan para nosotros la máxima velocidad angular en la
conjunción superior con el Sol; a partir de ahí se deceleran lentamente y
acaban por pararse respecto a las estrellas fijas (primer estacionamiento, que
es aparente, pero real para
En el caso de Marte,
Júpiter y Saturno (planetas superiores), su máxima distancia a
Y todo esto, ¿se
producirá al margen de lo que sucede en la atmósfera y en la
hidrosfera terrestres, tan sensibles y fluidas ambas? ¿No tendrá ninguna
repercusión en los sistemas del gran organismo terrestre? ¿Estamos autorizados
a imaginar que unos fenómenos puedan suceder por completo independientes de los otros, que no haya entre
ellos el menor nexo de unión? El flujo gravitatorio planetario, por ejemplo, es
debilísimo en comparación con el lunar y el solar; se calcula que la acción de
Venus supone 1/5156 de la lunar y la de Júpiter 1/64.000. A cambio, ha estado
ahí siempre. Entonces, ¿podemos estudiar estas interacciones entre planetas
aisladamente, como hacemos con un equilibrio químico en su reactor, o el
movimiento de un muelle? ¿Son aplicables los mismos criterios de estudio a
sistemas físico-químicos sencillos que a los barridos lunares, solares y
planetarios sobre una entidad tan compleja y con tantos mecanismos interactivos
y autoreguladores del funcionamiento de los conjuntos
que la integran como es
Hay otro modo de
contemplar la realidad que la analítica, como es partir del Principio de
Unidad, y por tanto de la semejanza entre la parte y el todo, entre el todo y
la parte. Dentro del organismo humano, algunos médicos ven en el iris el cuerpo
al completo y el estado de cada uno de sus órganos; otros lo hacen en la mano,
o establecen relaciones entre lo genético y las líneas de las palmas, las
huellas dactilares y los surcos de la piel. Otros más a través de la planta del
pie (reflexología), y saben estimular órganos y sistemas manipulando pequeñas
zonas de las manos, de los pies, de las orejas, etc.
¿Sucede lo mismo a
escala planetaria en las relaciones de
Correlación
entre variabilidad climática y ciclos astronómicos
Los antiguos
representaron el año (en el sentido de ciclo) mediante una serpiente que se
mordía la cola; aún podemos verlo en algunas formas tradicionales del roscón de
Reyes. Dentro de un ciclo, como es sabido, no todos los puntos son iguales, ni
tienen la misma importancia. Si nos referimos a la secuencia climática anual,
ésta vuelve a condiciones parecidas al cabo de 365,25 días, pero nunca un año
es igual a otro; ahora sabemos que, en sistemas donde se dan comportamientos de
tipo caótico, como es la atmósfera, pequeñas variaciones en las condiciones
iniciales pueden llevar a comportamientos posteriores muy divergentes entre sí
(variabilidad climática).
Los astrónomos tienen
sus criterios para comenzar el año civil u otros; ahora bien, ¿cuándo comienza
realmente el año climático? Este es un problema más arduo de resolver; el
agrícola, por ejemplo, que incluye las cantidades de precipitación anual, se
inicia convencionalmente con el mes de septiembre, una vez finalizado el
período seco del verano.
Los refraneros
europeos guardan una riquísima tradición sobre los condicionamientos que para
el clima tiene el tiempo que haga en determinados momentos del año; con esta
tradición oral se encontraron también los gramáticos árabes medievales(19)
y la conocemos más atrás a través de los parapegmata griegos(20).
Plinio, en su Historia Natural nos
refiere que
Demócrito piensa
que el invierno será como haya sido el solsticio de invierno y los tres días
próximos, y que el verano será lo mismo que el solsticio de junio(21).
Predecir el tiempo a
largo plazo mediante la observación de una o varias fechas del año es una
práctica universal, ya se fije mediante calendarios convencionales (en nuestro
caso del santoral cristiano, cabañuelas, témporas, etc.) o de los ortos y ocasos de las estrellas (culturas antiguas y las
actuales no occidentalizadas como las amazónicas, polinesias, etc.). Lo cual
nos lleva a pensar que los antiguos distinguían la importancia que para el
desarrollo de las secuencias climáticas supone el estado de la atmósfera en
determinados momentos del ciclo.
Más allá de las
creencias y de las apariencias, el hecho importante que reside detrás y sobre
el que hemos de reflexionar es que, desde el punto de vista físico-influencial, los momentos del año no son todos iguales; en
los sistemas complejos, el tiempo no es una variable abstracta que podamos
fijar a nuestro capricho, como hacemos con los ejes de coordenadas cartesianos
para describir el movimiento de un proyectil, por ejemplo.
Hay unos momentos críticos en el ciclo climático anual
de mucha mayor relevancia que el resto, pues el comportamiento de la atmósfera
en ellos condiciona el desarrollo de la secuencia posterior, debido a sus
propios ritmos internos (como en general sucede con los relojes biológicos en los organismo complejos). Ahora bien, estos ritmos internos
de la secuencia climática dependen directamente de la onda solar anual
(inductora), que se repite semejante a sí misma cada año. Sin embargo, como
acabamos de decir, no hay dos años climáticos iguales, lo que nos lleva a
sospechar directamente del resto de componentes de la onda astronómica, es
decir, de las configuraciones planetarias, siempre distintas de un año a otro.
Por débiles que puedan aparentar estos influjos, si todo se refleja en la parte
y ésta en la totalidad debido a los Principios de Unidad y Resonancia, estamos
autorizados a investigar por esta vía y tratar de esclarecer la correlación
existente entre la onda astronómica inductora y la climática terrestre
inducida.
El hecho de que
podamos encontrar paralelismos significativos entre la compleja onda planetaria
inductora y la climática inducida abre las puertas a un enorme campo de
investigación, con unas perspectivas que nuestros antepasados no tuvieron
(herramientas matemáticas mucho más desarrolladas y uso de computadoras).
Configuraciones
planetarias inductoras. Significado físico de los "aspectos planetarios"
Los antiguos nos
dejaron unas obras y un pensamiento que, como hemos dicho, interesan más en la
actualidad a los lingüistas que a los investigadores científicos. Creemos que
en ellas hay un tesoro escondido que espera sus desenterradores, o sea, quienes
sepan actualizar el mensaje que contienen mediante los logros de la ciencia
moderna, o sea, de
Hemos hablado de
diversas obras y autores, y de otros lo haremos también a lo largo del presente
trabajo. Pero todos ellos coinciden en una cosa: la singularidad de las
conjunciones planetarias como acontecimientos celestes significadores de
cambios importantes en los sistemas terrestres:
Has de saber que las cosas grandes y admirables ocurren
por
No es nuestro
objetivo exponer y justificar aquí toda la doctrina astrológica, sino mostrar
el camino al lector para que pueda comprender la realidad y vigencia que hay
detrás de ella. Las citas anteriores distinguen claramente entre planetas
superiores al Sol (Marte, Júpiter y Venus) e inferiores (Mercurio y Júpiter);
Abraham Ben Ezra, el primer judío que introdujo en
Europa durante el siglo XII el sistema de numeración posicional que utilizamos
actualmente en todo el mundo, llamaba a los planetas superiores
"soberanos". Otros autores afirman que los inferiores
"obedecen" a los superiores, lo que al juicio apresurado puede
parecerle un doble disparate (uno, que los planetas, por su insignificancia
para nosotros, puedan representar algún tipo de influjo, y dos, que los más
lejanos puedan resultar los de efectos más notables).
Pero el planeta
lento, aunque aparentemente insignificante, con su barrido, supone cada día un
pequeñísimo pulso sobre
El planeta lento es
como un gran resorte que se carga muy poco cada día, pero paso a paso supone
una ligerísima compresión; equivale a la lenta acumulación de energía potencial
en otros sistemas mecánicos, de modo que, al cabo del tiempo, puede ser
liberada con efectos aparentemente desproporcionados.
El planeta inferior,
mucho más rápido, presupone más bien un pulso de energía cinética; de un día a
otro ha cambiado la posición y su acción ya no recae sobre el mismo punto.
Combinado con el efecto del superior es el agente desencadenante ("efecto
gatillo", la ficha de dominó que arrastra a todas las demás). El planeta
lento es el que las ha alineado previamente y puesto en condiciones de ser
barridas por una sola de ellas. Ben Ezra hablaba de
"dar la fuerza", el planeta inferior al superior(24).
Algunos podrán
preguntarnos por otros planetas como Urano, Neptuno y Plutón, incluso por ciertos
asteroides que otros toman en consideración. Nosotros hemos trabajado con los
siete planetas visibles a ojo desnudo, y no por simple purismo o
tradicionalismo; los antiguos representaron el mundo por siete esferas
planetarias, y los modernos hemos encontrado siete niveles electrónicos en los
átomos, lo cual, aplicando el Principio de Analogía, nos anima a no complicar
las cosas más de lo que ya lo son en sí mismas.
La reunión de dos o
más planetas en una pequeña zona del cielo (conjunción o stellium) supone una singularidad de los ciclos astronómicos
correspondientes (y sus influjos asociados): es el tiempo del reordenamiento de
todos los armónicos, que parten desde allí (coinciden) abarcando toda la esfera
celeste.
Pero los viejos
tratados nos hablan también de "aspectos planetarios", es decir, de
determinados valores de distancia angular entre planetas, tomados habitualmente
a lo largo de la eclíptica (45°, 60°, 72°, 90°, 120°, 180° y aún otros) que suponen
composiciones o interferencias de influjos de los planetas implicados. Ya hemos
dicho que muchos autores trataron de dar cuenta de este hecho, observado de muy
antiguo, aplicando la matemática de su tiempo, o sea,
Dos autores españoles
han realizado su aportación en el siglo XX y a ellos remitimos al lector:
El segundo autor ha trabajado los
paralelismos matemáticos existentes entre las funciones de
Si verdaderamente nuestra hipótesis inicial es
correcta (utilidad de los marcadores astronómicos en la predicción de rachas
climáticas), serán estos ritmos (conjunciones y aspectos planetarios) los que
las marquen, apuntando sus inicios, puntos álgidos y finales.
Y no hay otro camino
que recorrer para verificar nuestro aserto que comprobarlo mediante la
observación.
Efecto global y
efecto local
La pregunta surge de
inmediato nada más plantear la hipótesis inicial: si el marcador astronómico
(conjunción o aspecto de planetas) es el mismo para cualquier parte del globo,
parece desvanecerse la menor posibilidad de éxito cuando caemos en el hecho de que
las sequías en unas zonas van parejas a las inundaciones en otras, etc.
Por ejemplo, en los
fríos históricos de febrero de 1956, la isoterma de Laponia era más alta que la
que pasaba por el Norte de África; las raras sequías de la cornisa cantábrica suelen
ir aparejadas a períodos lluviosos en el Este ibérico (1956, 1989, etc.). Suele
ocurrir también que el buen tiempo en las Islas Británicas viene asociado a
lluvias en
Alteraciones
climáticas globales como El Niño,
Así pues, resulta
legítimo tratar de ubicarse en medio de esta aparente contradicción.
Sabido es que
Durante el invierno
boreal el Sol se estaciona sobre el Hemisferio Sur (Trópico de Capricornio) y
las altas presiones recaen entonces en las grandes áreas continentales del
Hemisferio Norte, muy enfriadas por la falta de insolación (Rusia, Siberia,
etc.); simultáneamente, las borrascas se estabilizan sobre las extensas aguas
oceánicas, muy cálidas en comparación. Estas posiciones se invierten cuando el
Sol sube y se estabiliza sobre el Trópico de Cáncer a la llegada de nuestro
verano astronómico (bajas presiones en los continentes, muy recalentados, y
anticiclones en los océanos, más fríos comparativamente).
Otro pulso
"respiratorio" de la atmósfera es el descenso de la circulación zonal
de las perturbaciones que se produce durante el invierno climático (época de
fríos, lluvias y nieves), y el ascenso que suele darse a finales de la
primavera astronómica (para nosotros la llegada de la estabilidad estival).
La combinación de
estos dos ritmos proporciona la secuencia climática anual para cada zona del
Hemisferio Norte (parecido sucede en el Sur pero en épocas opuestas del año); a
lo largo de latitudes medias como las de
Esto sucede todos los
años, pero nunca del mismo modo; mejor o peor empleado el término, en
Meteorología se habla de "inercias" que cuestan vencer, de
anticiclones de bloqueo, de inversiones isobáricas, de momentos en que los
frentes se muestran improductivos y las predicciones fallan, y en otros llueve
fácilmente sin especiales condiciones para ello.
¿Qué se oculta detrás
de todo este caos aparente? ¿Ritmos internos del propio acoplamiento
atmósfera-océanos-continentes? ¿El simple azar, el caos físico? O, tal vez,
¿puede vislumbrarse alguna ordenación en medio del desbarajuste?
Nosotros creemos que
hay ordenamiento inductor en el acoplamiento de estos ritmos a los planetarios;
a causas globales deben responder también efectos globales, muy diversos de un
punto a otro del planeta como resulta fácil inferir. La clave está en los
grandes rasgos de la circulación atmosférica (posición de
El problema es
complejo, muy complejo, pero pensamos que poco a poco se pueden ir
esclareciendo algunas asociaciones de hechos e ir mejorando progresivamente los
conocimientos y las predicciones. Nosotros vamos a hacer algunas proposiciones
a lo largo de este trabajo, aplicadas siempre al entorno geográfico de
Los antiguos
trabajaron con el concepto de regencia (de los signos del Zodíaco sobre
determinadas regiones, de los planetas sobre los vientos, etc.), pero hoy
podemos extender la idea mucho más allá (valores de las velocidades angulares
planetarias, gradientes, composición de ondas y armónicos, etc.); también
aplicaron la doctrina de los Partes (el Parte de la lluvia, de Ben Ezra), que hoy sabemos son sumas de vectores indicativos de
las posiciones de los planetas en tiempos en que los números complejos eran
desconocidos, dificultosos de calcular manualmente, y que ya tenemos incluidos
en los programas de nuestras computadoras.
Debemos huir de
pensar en correlaciones simplistas como asociar tal conjunción o tales aspectos
planetarios a tales hechos sobre un área concreta de
Terminaremos este
artículo con las palabras de un meteorólogo español que trabajó el asunto de
los ritmos atmosféricos:
La atmósfera
puede imaginarse como un gigantesco "tubo sonoro" en el que se
suceden contracciones y dilataciones. Las primeras son las formaciones de alta
presión o anticiclones y las segundas las formaciones de baja presión o
borrascas. Ambos sistemas como es sabido están relacionados íntimamente con la
evolución de los estados atmosféricos locales.
Si de hecho se cumplen las leyes hidrodinámicas, la
"flauta" atmosférica debe estar interpretando algo así como una
misteriosa melodía, excesivamente complicada pero, desde luego, no caótica(27)...
En todo caso,
trabajar con influjos planetarios, aunque extremadamente débiles, nos parece
más juicioso y útil que recurrir a simples estadísticas o al tratamiento a ciegas
de las cifras de los registros de los observatorios meteorológicos.
El camino está listo.
Sólo hay que andarlo, como dejó escrito Antonio Machado.
Lecturas
recomendadas
Además de las obras
proporcionadas en las notas pueden resultar esclarecedoras para el lector
interesado las siguientes:
La atmósfera. Investigación y Ciencia. Tema 12. Prensa
Científica, S.A. Barcelona, 1998.
Orden y caos. Selección e introducción de Antonio Fernández-Rañada. Libros de Investigación y Ciencia. Prensa Científica,
S.A. Barcelona, 1983-1990.
Etnoclimatología de los Andes. Benjamin S. Orlove, John
C.H. Chiang y Mark A. Cane.
En Investigación y Ciencia nº 330. Prensa
Científica, S.A. Barcelona, marzo 2004.
El reloj de
Newton. Caos en el Sistema Solar. Ivars Petersen.
Alianza Editorial. Madrid, 1993.
¿Qué es
Influencias
lunares. Ignacio Puig, S.J. Editorial Sopena Argentina, S.R.L. Buenos Aires, 1942.
Notas
1.- Los cálculos
actuales indican una variación en la inclinación del eje terrestre entre 21°39´ y 24°27´con período de unos 40.000
años; la excentricidad de la órbita 92.000 y la precesión unos 26.000 años.
2.- De este congreso
da noticia el Padre Ignacio Puig, S.J. en su obra Influencias lunares, editada en Buenos Aires en 1942. Este
personaje no debiera presentar ninguna duda para nadie, pues fue subdirector
del Observatorio del Ebro (Tortosa), institución pionera en el mundo dentro de
su campo, y director del Observatorio de Física Cósmica de San Miguel en
Argentina.
3.- Existe edición
inglesa actual en la colección Islamic Philosophy, Theology and Science. Text and Studies. Edited by H. Daiber and D. Pingree, Volume XXXIII. Brill. Leiden. Boston. Köln, 2000.
4.- Existe edición
castellana del mismo. Johannes Kepler. El
secreto del universo. Alianza Editorial. Madrid, 1992.
5.- Editada por el
Instituto Nacional de Meteorología. Madrid, 1988.
6.- Inocencio Font Tullot. Historia del
clima en España. Cambios climáticos y sus causas. Instituto Nacional de Meteorología. Madrid, 1988. Pág. 175.
7.- Ídem, pág. 142.
8.- Ídem nota
anterior.
9.- Libro de las Cruzes. Edición de Lloyd A. Kasten y Lawrence B. Kiddle. Consejo
Superior de Investigaciones Científicas. Instituto "Miguel de
Cervantes". Madrid-Madison, 1961. Cap. 65. Fol
199 r., 199 v. Pág. 165.
10.- Además del
citado en la nota anterior hay dos manuscritos árabes independientes en
11.- Citado por
Demetrio Santos en Introducción a
12.- De esta segunda
obra existe tradución francesa relativamente reciente:
Jean Kepler, L'harmonie du monde. Traducción de Jean Peyroux. Éditions Bergeret. Bordeaux.
13.- Existe
traducción castellana reciente de esta obra: Johannes Kepler. De los fundamentos muy ciertos de
14.- Ver a este
respecto la obra de Thomas Digges Una perfecta descripción de las esferas
celestes según la antiquísima doctrina de los
pitagóricos, recientemente
revisada por Copérnico y acreditada por medio de demostraciones geométricas
(Londres, 1576). Edición castellana moderna, con traducción, introducción y
notas de Alberto Elena. Alianza Editorial, S.A. Madrid, 1986.
15.- Son aconsejables
a este respecto los comentarios sobre el tema del judío cordobés Maimónides en su Guía
de perplejos, ya que cruza la opinión de Aristóteles con la de su propia
tradición. Edición preparada por David Gonzalo Maeso. Editora Nacional. Madrid,
1984. Segunda parte, Capítulo VI.
16.- Newton se
reafirma en esta idea al final de su Opticks. Citado
por Desiderio Papp en El problema del origen de los mundos. Espasa-Calpe, S.A. Madrid,
1965. Cap. I, pág. 23.
17.- Existe versión castellana reciente: Claudio Ptolomeo. Armónicas. Traducción y notas de
Demetrio Santos. Miguel Gómez Ediciones. Málaga, 1999.
18.- Existe versión inglesa de esta obra: The Manual of Harmonics of Nichomachus the
Pythagorean. Translation and commentary by Flora R. Levin. Phanes Press. Grand Rapids, U.S.A.
19.- Ver a este respecto Tratado
sobre los anwa' y los tiempos. Capítulo sobre los
meses. Ibn Asim.
Estudio, traducción y edición crítica por Miquel Forcada Nogués.
Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Instituto de Cooperación con
el mundo árabe. Instituto Millàs Vallicrosa
de Historia de
20.- Consultar a este
respecto Introducción a los fenómenos,
de Gémino. Introducción, traducción y notas de Esteban Calderón Dorda. Editorial Gredos. Madrid, 1993. Igualmente Fenómenos, de Avieno.
Traducción y notas de José Calderón Felices. Editorial Gredos. Madrid, 2001.
21.- En 18.52.12.
22.- Messahallah. Sobre la
recepción de los planetas. Segunda Parte. Traducción de Demetrio Santos.
Editorial Barath. Madrid, 1981. Cap. 8.
23.- Ídem, Cap. 9.
24.- Libro de los juicios de las estrellas.
Editorial Biblioteca de Sirventa. Sella (Alicante),
2001.
25.- Demetrio Santos.
Astrología Teórica. Ecuaciones
Fundamentales. Editorial Barath. Madrid, 1985.
Reedición de autor, Zamora 2002. Ver también, del mismo autor, Astrología Física. Editorial Barath. Madrid, 1988.
26.- Miguel García Ferrández. Suite armónica.
Cuadernos de Investigación Astrológica Mercurio-3 nº 6. Barcelona, 1997.
27.- Manuel Ledesma Jimeno. Aerorritmos sobre